-Norberto, por favor, entrá a boxes.
-No, me queda una vuelta, quiero seguir probando estos frenos.
-Por favor, entrá ahora.
Cuentan los que estaban en el interior del box del equipo YPF Turismo Carretera que cuando Norberto Fontana vio el rostro que apareció al abrir la puerta, supo que algo estaba mal, muy mal.
-Llamá a tu casa, por favor, que tu padre se descompuso.

Eran poco más de las 11 de la mañana cuando en el Autódromo Centenario de Neuquén, el campeón de TC2000 recibía noticia de la tragedia. Su hincha número 1, su padre Héctor Francisco, había fallecido a las 10:30, en Arrecifes, víctima de un paro cardiorrespiratorio, mientras su hijo ensayaba su Torino en las pruebas generales del TC.

“El paciente ingresó en paro cardiaco y aquí en el hospital se le realizaron todas las maniobras de resucitación existentes pero no reaccionó –informó el subdirector del Hospital Santa Francisca Romana, doctor Modesto Martín- Era un paciente con muchos antecedentes de este tipo, también con antecedentes de episodios coronarios, con un stent colocado, que ya venía con estos antecedentes y lamentablemente falleció”.

La noticia la había acercado al box del HAZ Alberto Canapino, a quien habían llamado de Arrecifes. Fue él quién se la transmitió a Alberto Scarazzini, el director deportivo del equipo, que es el que está en comunicación radial con el piloto.

Fontana y su sobrino, el campeón de la Fórmula Renault, Nicolás Trosset (nieto de Héctor, hijo de Nancy, la hermana de Norberto), consiguieron volar en el jet de la familia Grobocopatel, que los trasladó hasta Pergamino, para que ambos pudieran estar presentes en el velatorio y en el funeral, que se llevará a cabo mañana. Recién allí, el campeón del TC2000 decidirá si corre la cuarta carrera del año del TC.

Con Héctor Fontana se fue el hincha más fanático del piloto arrecifeño, el que hizo enormes sacrificios para llevarlo a correr a Europa, con enorme esfuerzo cuando las condiciones de subsistencia en el Viejo Continente eran mínimas mientras Norberto hacía su primer año de Fórmula Ford, en 1993, obligándolos a vivir en una casa rodante pasando penurias..

“Hasta que no vea a Norberto en Ferrari, no paro” solía decirle a Visionauto en aquellos años en los que parecía que el chico poseía manifiesto destino de Fórmula 1 y ensayaba cada tanto un Sauber, en Estoril, en Mugello, en Montmeló.

Era el mismo que había revolucionado al paddock de la Fórmula 3 Alemana, sin saber una sola palabra del idioma pero haciéndose entender por todos, que lo habían bautizado “Papafontana”, cuando Norberto tallaba allí y superaba nada menos que a Ralf Schumacher. Era el mismo que dialogaba sin problemas con “Wurzito”, como lo llamaba a Alexander Wurz, el larguirucho austríaco que corría con una botita azul y otra roja y terminó ganando las 24 Horas de Le Mans.

Todavía se recuerda aquella noche en el paddock de Hockenheim, previa a la última carrera del campeonato de F-3 de 1995, que Norberto había ya ganado, cuando el aroma de la carne argentina asada (30 kilos de los mejores cortes, aprobados por el SENASA y enviados por otro arrecifeño, el ex campeón argentino de Sport Prototipo Néstor García Veiga) atrajo a la mayoría de los integrantes de los equipos de F-3 y pronto se formó una fila larguísima de alemanes que, con su platito y sus cubiertos, querían probar ese manjar. El que asó la carne fue Héctor Fontana…

El mismo que, dos años después, cuando su hijo disputaba su tercer Grand Prix de Fórmula 1 en Hockenheim, soñaba en un cuartito de hotel de Frankenthal, a 90 kilómetros de la pista, que el futuro podía ser brillante…

Héctor nos dio un abrazo el domingo, en los boxes del circuito callejero de Santa Fe, apurado porque quería ir a ver al campeón. Estaba demasiado apurado para irse, parece. Como dijo alguien en el equipo YPF, hoy a la tarde, cuando el Torino reposaba mudo, “Héctor habría querido que Norberto corriera de todas maneras esta carrera”.

Foto: Arrecifes digital
14/4/2011