PRESIDENTES Y TUERCAS
De presidentes tuercas los argentinos sabemos un poco, ¿no es así? No solo por el ex piloto de rally Carlos Saúl Menem que luego accedió a la primera magistratura del país y la detentó durante 10 años, sino también por Marcelo T. de Alvear, uno de los primeros tuercas de la Argentina, que ejerció la presidencia entre 1922 y 1928.
No han sido los únicos ejemplares. El actual primer ministro de Holanda, Jan-Peter Balkenende, fue navegante de rally, el ex premier australiano entre 1975 y 1983, Malcolm Fraser, fue acompañante en un Holden Torana V8 Supercar del genial Peter Brock en Sandown Park y los Suharto en Indonesia también eran fanáticos de los autos de carrera.
Ni que hablar entonces del Sultán de Brunei, Muda Hassanal Bolkiak, y su colección de 5.000 automóviles. Ser el hombre más rico del mundo y poseer veintidós mil millones de dólares (en ascenso) te permiten cualquier capricho, ¿no es cierto?
El francés André Moynet, que fuera piloto en la Segunda Guerra y cuyos coches llegaran a correr en Le Mans en 1968 y 1975, fue ministro de la Juventud de Francia entre 1954 y 1955.
Lo que nos trae a la cuestión actual: el primer ministro francés, Francois Fillon, es un nativo de Le Mans. Y por lo tanto, no podía ser menos que un fanático de los autos de carrera. Fillon es socio del Automobile Club de l’Ouest, el organizador de las 24 Horas, faltó a muy pocas ediciones en los últimos 50 años, corrió la versión clásica de la carrera en 2006 y este año estuvo en la largada de las 24 Horas, acompañando el equipo Peugeot que terminó ganando la prueba. En homenaje, la casa del León lo invitó este mes a dar unas vueltas en el 908 HDi FAP.
Con todas las obligaciones que presume ser primer ministro de una de las siete potencias del mundo, Fillon se vio obligado a… buscar una excusa para atender sus obligaciones y poder subirse así al estrecho habitáculo de la bestia diesel.
Primero giró como acompañante de Nicolas Minassian durante tres vueltas al circuito Bugatti de Le Mans (no el largo de las 24 Horas sino el que se utiliza para el Mundial de Motociclismo) y luego, cuando le cedieron el volante, completó otros ocho giros al trazado e, incluso, se despistó en una ocasión.
Aún así, su balance fue concluyente: “Es más fácil manejar un 908 que conducir Francia”.
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