A LOEB LE DIERON ALAS
Ahora que Michael Schumacher probó que, efectivamente, es un ser humano y no una perfecta máquina de competición, y por lo tanto no volverá en el futuro inmediato a la Fórmula 1, se reabre la oportunidad para que otra ex máquina de carrera, el francés Sebastian Loeb, cinco veces campeón mundial de rally, haga su debut en la Fórmula 1. Y eso será, de manera inexorable, en el último Grand Prix de esta temporada, el ignoto circuito de la Yas Marina, en el emirato árabe de Abu Dhabi, una región con entusiasmo automovilístico similar a la de los surfistas por el mar calmo.
Si Loeb parece un automáta de la victoria, es probable que se esté tomando un descanso. Después de ganara este año en la Argentina su quinto rally consecutivo (sobre la misma cantidad de pruebas) y ofrecernos una pintoresca mirada acerca de su presunta imbatibilidad (“yo sé que es aburrido, pero ¿Qué querés…? A mí me pagan por ganar” contestó a una pregunta de este cronista menos de una hora después de vencer en Córdoba), nunca más –al momento de escribir esta pieza- el francés volvió a ganar.
¿Mala suerte? ¿Una conjura de los dioses? ¿Un regular momento del equipo Citroen? ¿Una demasiado larga etapa de desconcentración por parte del piloto? Lo que fuera, en la cabeza de Loeb hoy combaten la idea de descontar los puntos que Mikko Hirvonen le quitó ya en el torneo, como la de subirse por fin a un auto de F-1 y probar una experiencia distinta.
La idea de Loeb, fresca y desafiante, está respaldada por una decisión marketinera, el empujón que finalmente pondrá cada cosa en su sitio. Aunque Loeb sea el mejor chofer del mundo, aunque sus deseos resulten poderosos, todo depende del dinero. Y si Loeb llega a la F-1 no es solamente porque es bueno como piloto, porque la experiencia es interesante, porque el desafío es atractivo. Será porque a su patrocinante le conviene.
No hace falta hablar del sponsor que te da alas. Pero basta recordar que la composición de la fórmula del trago no siempre es mirada con beneplácito, dependiendo de la latitud y la longitud. Aquí la beben los fanáticos, pero en Uruguay no pueden hacerlo: las leyes del país vecino impiden la circulación de una bebida con una fórmula como esa, y antes que cambiar la composición química del brebaje, sus dueños decidieron no sacarla a la venta. Lo mismo sucede en Dinamarca.
¡Y lo mismo sucedía en Francia, hasta mayo de 2008! Las autoridades galas nunca permitieron la comercialización de la bebida del Toro Rosso hasta que una decisión de la Comisión Europea puso al comercio francés en línea con los otros países de la región que sí lo permitían. Y ¡oh, casualidad! De la misma época data el patrocinio de RedBull a Sebastian Loeb. Fue en 2008 que Seb, que ya había brillado en pista durante las 24 Horas de Le Mans de 2005 y 2006, logró introducirse en el estrecho cockpit de un F-1 y salir a manejar sin navegante.
Manejaba un RedBull. Y no lo hizo nada mal.
"RedBull quiere ver a Loeb en Fórmula 1 porque ofrece una plataforma de más alto perfil que el Mundial de Rally y sería un gran impacto para sus esfuerzos de marketing en Francia, en particular, dónde la bebida solo es legal desde mayo de 2008” leo en la prensa europea. Presumo que, al menos, el campeón de rally, que ya tiene 35 años, está de acuerdo, después de años de decirnos que se sentía veterano para semejante salto.
El último dato: el único piloto que sumó puntos en el Mundial de F-1 y en el Mundial de Rally es, a la fecha, Carlos Alberto Reutemann. ¿Será Loeb su acompañante en el record?
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