LA MUERTE LO NOQUEÓ EN LA PRIMERA VUELTA
Por M. S.
A Víctor Emilio Galíndez le gustaba la velocidad tanto como boxear. Por eso con sus primeros dineros ganados con la fuerza de sus puños en rings nacionales e internacionales llegaron motos y autos cada vez más potentes. Sobre las dos ruedas tuvo más de un golpe fuerte que provocó la preocupación y el enojo de Juan Carlos Lectoure, su guía en el boxeo y el promotor de sus peleas. No conforme con ser campeón mundial de los semipesados, decidió canalizar esa fiebre de velocidad en las carreras y apuntó al TC. Su primer paso fue ser acompañante y así acordó con Antonio Lizeviche debutar en la butaca derecha de su Dodge en la Vuelta de Veinticinco de Mayo programada inicialmente para el domingo 19 de octubre de 1980. Como ocurría con cierta frecuencia en aquellos años la inoportuna lluvia del sábado a la noche postergó por una semana la carrera. También demoró la trágica trampa del destino.
“Tenía ganas de apretar yo el acelerador” declaró Galíndez ante los muchos micrófonos que le pusieron, tras correr la serie en la que como era costumbre Lizeviche no estuvo entre los primeros. Ganador nato, no admitía ser simple participantes. “Ya van a ver cuando tenga mi auto” agregó anticipando su futuro como piloto. No pudo ser. Una hora después el Dodge se detuvo al costado de la ruta por un problema en el motor. Lizeviche y Galíndez, comenzaron a desandar peligrosamente el camino a boxes circulando muy cerca de la ruta donde en plena carrera los autos pasaban a más de 200 Km/h. Cuentan testigos que rechazaron la invitación de compartir un asado que unos espectadores le hicieron del otro lado del alambrado. La imprudencia no aguantó más y no perdonó cuando en su despiste el coche de Marcial Feijoó encontró a pleno los cuerpos de ambos. Las primeras informaciones que sólo hablaron de algunos golpes se desvanecieron enseguida ante la inocultable realidad de dos vidas destrozadas por semejante impacto. Aquel domingo el TC trascendió las fronteras argentinas, pero no por el 1-2 de los hermanos Oscar y Antonio Aventín sino por la noticia de la muerte de un campeón mundial de box como Víctor Galíndez, noqueado por la tragedia en primer round de ese combate que quiso tener con el automovilismo. Fue hace ya 30 años y quedó como una de las tragedias más especiales de las muchas que salpicaron el paso del TC por las rutas.
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A Víctor Emilio Galíndez le gustaba la velocidad tanto como boxear. Por eso con sus primeros dineros ganados con la fuerza de sus puños en rings nacionales e internacionales llegaron motos y autos cada vez más potentes. Sobre las dos ruedas tuvo más de un golpe fuerte que provocó la preocupación y el enojo de Juan Carlos Lectoure, su guía en el boxeo y el promotor de sus peleas. No conforme con ser campeón mundial de los semipesados, decidió canalizar esa fiebre de velocidad en las carreras y apuntó al TC. Su primer paso fue ser acompañante y así acordó con Antonio Lizeviche debutar en la butaca derecha de su Dodge en la Vuelta de Veinticinco de Mayo programada inicialmente para el domingo 19 de octubre de 1980. Como ocurría con cierta frecuencia en aquellos años la inoportuna lluvia del sábado a la noche postergó por una semana la carrera. También demoró la trágica trampa del destino.
“Tenía ganas de apretar yo el acelerador” declaró Galíndez ante los muchos micrófonos que le pusieron, tras correr la serie en la que como era costumbre Lizeviche no estuvo entre los primeros. Ganador nato, no admitía ser simple participantes. “Ya van a ver cuando tenga mi auto” agregó anticipando su futuro como piloto. No pudo ser. Una hora después el Dodge se detuvo al costado de la ruta por un problema en el motor. Lizeviche y Galíndez, comenzaron a desandar peligrosamente el camino a boxes circulando muy cerca de la ruta donde en plena carrera los autos pasaban a más de 200 Km/h. Cuentan testigos que rechazaron la invitación de compartir un asado que unos espectadores le hicieron del otro lado del alambrado. La imprudencia no aguantó más y no perdonó cuando en su despiste el coche de Marcial Feijoó encontró a pleno los cuerpos de ambos. Las primeras informaciones que sólo hablaron de algunos golpes se desvanecieron enseguida ante la inocultable realidad de dos vidas destrozadas por semejante impacto. Aquel domingo el TC trascendió las fronteras argentinas, pero no por el 1-2 de los hermanos Oscar y Antonio Aventín sino por la noticia de la muerte de un campeón mundial de box como Víctor Galíndez, noqueado por la tragedia en primer round de ese combate que quiso tener con el automovilismo. Fue hace ya 30 años y quedó como una de las tragedias más especiales de las muchas que salpicaron el paso del TC por las rutas.
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